domingo, 20 de febrero de 2011

ENCUENTRO NOVIEMBRE 2003 CON LORENA HERRERA DURÁN, MUJER MEDICINA DEL CONSEJO RUEDA DE MEDICINA, MÉXICO.

Primer encuentro residencial del   15 y 16 de Noviembre del 2003 con Lorena Herrera Durán


         El fin de semana del 15 y 16 de Noviembre del 2003 se realizó con la colaboración de CEPSI un encuentro residencial con Lorena Herrera Durán, mujer medicina del Consejo Rueda de Medicina. El Consejo Rueda de Medicina reúne a diversos hombres y mujeres medicina del Continente americano con la finalidad de transmitir las maravillosas tradiciones espirituales nativas del continente al mundo exterior y con ello sanar a la Madre Tierra de todo el daño acumulado en los últimos siglos de historia humana.

Mª. Luisa Roa

         Lorena Herrera, con la estrecha colaboración de su amiga y compatriota mexicana María Luisa Roa han intentado iniciar este proceso en España. Lo que a continuación expongo es el encuentro inicial y punto de partida de la realización de tal magno intento en la Península.


         Me une una relación de amistad con María Luisa.  El cómo surgió la amistad y los extraños designios que la acompañaron es parte del misterio. ¿Quién iba a decir que el encuentro  y amistad con María Luisa, en el año 1994, nos conduciría a esto?
Logo de "Consejo Rueda de Medicina"

      Y casi diez años después fructificaría la realización del misterioso designio procedente de las tierras americanas en manos de algunos de sus guías espirituales con mi colaboración. ¡Aún no salgo del asombro al contemplar el transcurso de estos años y sus consecuencias!
         El caso es que ante la propuesta de participación en este primer encuentro me sentí entusiasta. No creo exagerar lo más mínimo al declarar que cuantos participamos en este Primer encuentro con Lorena experimentamos cambios en la visión de la vida; abriéndose una óptica complementaria a la de la civilización occidental.  
Mas "La Plana"
          Constituíamos un pequeño grupo que ya hacía tiempo sondeaba el modo de entender la realidad de algunas tradiciones espirituales nativo-americanas, desde la lectura antropológica en libros y otras publicaciones en artículos e Internet. Nos reuníamos frecuentemente constituyendo tertulias y realizando meditaciones en este marco. Y fue entonces cuando aconteció la oportunidad  de contacto con Lorena, representante del Consejo de Medicina.
Ermita Sta. Mª. d'Oló
Lorena Herrera
         El encuentro se realizó en Mas "La Plana”. "Centre d´acolliment i cultura", en Santa María d´Oló. Era un típico día otoñal lluvioso. Allí, en un prado próximo a la ermita de Sta. Mª. D’Oló, estaba Mª. Luisa  y, a su lado, vimos a Lorena, vestida con un atuendo azul que hacía referencia a su pertenencia a las culturas tradicionales amerindias; aunque su aspecto no presentaba rasgos étnicos de origen indígena. Siendo una mujer mexicana de aspecto entrañable, tierna y al tiempo desapegada, de una edad incierta que según en qué momentos reflejaba lozana juventud y gran vitalidad, y en otros transmitía una serena madurez.
Nos empezó a hablar de la necesidad de sanar la Tierra mediante las ancestrales tradiciones espirituales amerindias. El sonido de las caracolas, de los pequeños tambores y de las maracas se unían al aroma del humeante y hasta ahora desconocido copal y cedro que, partiendo humeante de la copalera fluía flotando lánguidamente entre sus palabras  en pleno acento mexicano.
         Entre sus primeras aportaciones figura: “Tras un encuentro de este tipo, algo cambia en la vida de los participantes”, agregando que es responsabilidad de cada cual el que estos cambios se consoliden  y fructifiquen o no en su vida.
         Embebidos en el aroma y sonido de este otro mundo, si no interfieres con el racionalismo crítico occidental, pronto te sientes operando en un estado ce conciencia diferente, en un paréntesis entre civilizaciones, en un sentir conectado con el misterioso arquetipo de la Madre Tierra y del Padre Cielo o como se podría denominar de este otro modo: insertos en el misterio de la intersección entre el Tonal y el Nagual de los antiguos toltecas.
         Tras la presentación y la manifestación de las expectativas de cada uno seguimos con el ritual de saludo y solicitad de apoyo de las fuerzas telúricas manifiestas en las cuatro direcciones. Con ello ya nos hallábamos plenamente ubicados en el contexto experiencial.
         Poco después efectuábamos una caminata de silencio entre los senderos del bosque, con un puñado de tabaco ritual como ofrenda a la Naturaleza.
         La belleza del bosque otoñal se realzaba con el estado de ánimo asumido. El musgo, las setas, las hojas caedizas, los troncos de los árboles –en su mayoría pinos- radiaban vida propia; invocaban la esencial unidad de todo cuanto vive. E inmerso en ello la presencia del tibio calor de un mediodía otoñal cubierto, el húmedo y suave soplo del aire pleno de innumerables  aromas de tierra y vegetación húmeda. El blando suelo crujiente de hojas y ramitas caídas, acolchado de mantos de musgo entre el que despuntaban las cabezuelas y sombrerillos de diversas setas sembradas por doquier, las duras piedras calcáreas y el suelo arcilloso, en ocasiones, lodoso adhiriéndose a los pies. Las charcas de agua, en cuyo interior aún se refugiaban huyendo, algunas ranas resistiéndose aún a hibernar.
         Sentimientos de hermandad con las criaturas  de la Tierra. Vagando sin rumbo por el bosque, abriendo los sentidos y el sentir en el silencio de la mente. Apareciendo el impulso de ofrecer parte del sagrado tabaco ritual a un árbol, a una seta, al aire, al agua, Sentir internas emociones y sentimientos de gratitud por el don de la vida y el poder compartirla con tal diversidad de seres visibles e incluso invisibles. En tal estado no es de extrañar sentir la presencia de presuntos duendes y hadas, espíritus de la naturaleza diversos acompañándome. 
      Y repentinamente aparece este pino, al que me veo impulsado a abrazar, a estrechar con mi pecho y ceñir con los brazos su agrietada corteza, abarcando con ello sus incontables anillos de su larga vida, muy superior a la mía. Le ofrezco el latir de mi corazón y siento su estable fortaleza y presencia otorgándome serenidad, paz, solaz.
         La noción del tiempo discurre discontinua, parece que una eternidad confluya en un instante. No quisiera consultar el reloj, me parece que hacerlo sería la profanación de este tiempo sagrado. De cuando en cuando me cruzo con algunos de mis compañeros, un respetuoso intercambio de miradas, un cruce de sendas y nueva solitud. Se busca estar a solas con el sentir, ahora no es momento de comunicar; lo es de experimentar. Así se realiza la Meditación con la Naturaleza, en el sereno intento de silenciar la mente y el incremento del vibrar interno.



Rito y ceremonia del Temazcal.   

         El Temazcal es una cabaña de forma circular construida con ramas de sauce y cubierta con mantas que evitan la entrada de luz y preservan el calor que se produce en su interior.                                                                                                                              
         En ella se da un ambiente muy propicio para la introspección.

         Temazcal se llama también a la ceremonia que se realiza en su interior.
         El ritual de la ceremonia empieza con la preparación de una hoguera de leña en el exterior en donde se calientan las piedras elegidas hasta que ardan. El lugar se purifica con salvia y también cada una de las personas que participarán.

         Se entra al Temazcal de rodillas a través de una pequeña puerta, los hombres vestidos con pantalón corto y las mujeres con ligero vestido. Se sientan uno a uno dentro de la cabaña, en la parte del centro existe un hoyo en donde se colocarán las piedras ardientes. Una vez puestas se les otorga cedro como ofrenda.

         Para el mundo nativo las piedras son seres vivientes que se sacrifican por nosotros (al añadirles agua se deshacen). En seguida con una concha y/o una rama con hojas se les añade agua, el vapor y el aroma a cedro se esparce entonces por toda la cabaña.
         Esta ceremonia es dirigida por un hombre o por una mujer medicina que con plumas de águila ayuda a que el vapor se esparza por todo el recinto. Durante la ceremonia se cantan canciones de sanación muy antiguas y para quien desee hablar, se pueden hacer oraciones espontáneas, las que en aquel momento salgan del corazón.
         El propósito de esta ceremonia es la purificación del cuerpo, la mente y el espíritu. No se considera un acto religioso y ante todo se respetan las creencias de cada uno. La purificación la dirige el hombre o mujer medicina autorizado y formado durante años. Se realiza a través de canciones sagradas, oraciones espontáneas y el aroma  de las plantas (salvia y cedro).

         Paro los indígenas, la utilización de plantas se considera una de las formas más bellas de orar. Cada planta posee su propia medicina de sanación. Para los nativos, la sanación pasa por la aceptación, el perdón y el aprecio de uno mismo.



         La purificación te aproxima a los demás. Establece condiciones para sanar la rabia, el miedo y todo lo que pueda bloquear la unidad. El perdón y el entendimiento son básicos. Busca dentro y reconoce el aspecto de tu vida que necesita mayor purificación. ¿Qué emociones o pensamientos actúan de barrera para el crecimiento? Estas barreras pueden ser reemplazadas por actitudes y pensamientos positivos que nos permitirán brillar con nuestra propia luz.


         Por la tarde se inicia la intensa experiencia de preparar el Temazcal. Forma parte de la misma el trabajo de obtener las piedras, los troncos, de preparar la hoguera, cubrir el armazón de la cabaña con las mantas, que aunque no es de sauce, no por ello menos cautivador. Y sobre las mantas colocamos un gran impermeable pues la amenaza de lluvia es bien palpable. Prendemos la hoguera en el ambiente ceremonial de las oraciones cantadas, el ritmo del tambor y los pasos danzantes al ritmo del mismo. Cuidamos y avivamos el fuego incipiente que lame los húmedos leños. Efectuamos ofrendas al fuego purificador, mientras en su seno las abuelas piedras se van calentando y algunas estallando con estrépito.



         Cae la tarde, el día declina, su mortecina luz se disuelve en la creciente penumbra del crepúsculo nublado. Las brasas ya descubren las  piedras roji-blancas, incandescentes. Y en la creciente oscuridad brillan millones de rubíes de múltiples tamaños centelleando con luz propia,  irradiando potente calor.

         Lorena de adentra la primera en el Temazcal,  lo purifica. Luego en su umbral aguarda la entrada de los participantes para purificarlos. Los que extraemos las piedras entregamos con cuidado una a cada uno. Poco después, todos dentro, nos vemos sumergidos en el ambiente telúrico, uterino del ritual de purificación.

         Lorena inicia el ritual en la plena oscuridad. Los vapores golpean con fuerza nuestro ser cargados de aromas de salvia y cedro. Corazones palpitantes, vibrantes, que exteriorizan lo mejor de nosotros mismos. El sudor brota limpiando nuestro cuerpo y nuestro ser. Los cantos, las oraciones, las poesías, las reflexiones, los recuerdos, las declaraciones  desentumecen  la resistencia al contacto esencial en cada cual.  Se restablece una confluencia entre todos, una unidad compartida, fusional. Los golpes de súbito y húmedo calor  producen intenso sudor. Todos lo soportamos adecuadamente, realizamos pródigamente el intento del Temazcal.
            Se abre el Temazcal, aligerándose el calor y la humedad, salimos los encargados de las piedras y de renovar el agua. En la hoguera los candentes carbones iluminan de rojo resplandor todo el alrededor. Seleccionamos entre piedras y brasas. Las entramos prosiguiendo con el ancestral ritual.
         Las barreras de la civilización se han disuelto. Soy atemporal.  No importa el siglo en el que vivo. En este útero de la Tierra, acompañado de mis hermanas y hermanos cantamos y oramos. Transpiramos las impurezas y con ellas nuestros sinsabores, angustias, temores,  nuestras inconsistencias egotistas, nuestras culpas y responsabilidades  por errores voluntarios o involuntarios. Asumimos el compromiso existencial de vivir en el aquí y ahora desprendiendo todo aquello que nos mancilla el corazón. Mente pura, corazón limpio, sentir abierto, amplio, claro y fuerte. He aquí el misterioso poder del sencillo Temazcal. ¡Gracias por la experiencia!

   

Ceremonia de la pipa



         Esta  ceremonia se lleva acabo en ciertos momentos cruciales como el nacimiento, acuerdos importantes, etapas de cambio, ceremonias de purificación, meditaciones de la luna o para cualquier persona que tenga necesidad de orar o de dar gracias.

         En el mundo indígena, la ceremonia de la pipa es parte de una forma de vida que viene del corazón. Para ellos es una medicina, una forma de orar y de hablar con la verdad y de sanar relaciones o malos entendidos.

         La enseñanza de la pipa nos ayuda a estar en paz en muchos niveles. En el mundo moderno, buscamos la paz relacionándola con la ausencia de la guerra. Sin embargo, la paz representa aún mucho más. Vivir en paz forma parte de la salud del ser humano y de las personas que desean una vida más espiritual. Si empezamos por la paz interna, según los nativos, ésta se logra a través de la oración y del encuentro con nuestra misión en la vida. Es imposible estar en paz con los demás y resolver cualquier conflicto interno que nos debilite y no nos permita dar a luz nuestro propio potencial.

         La última actividad de la jornada es culminar todo este sentir. En un pequeño salón, junto a una chimenea, al amor del fuego doméstico, en círculo como es de esperar, ciñéndonos en una circunferencia alrededor de un centro de misterio, acompañados del incesante aroma del copal y salvia, Lorena prepara la ceremonia. Con sumo cuidado y respeto monta la pipa purificándola con el humo de copal y salvia, luego de su zurrón extrae el tabaco ceremonial, y hace la mezcla, mientras ora y canta. Llena la cazoleta y antes de prenderle fuego nos explica su significado y el  proceso ritual a seguir. Prende la mezcla e inicia la ceremonia. Esta vez la experiencia es individual en el seno del grupo. Los siete aspectos del Universo giran en el aro que constituimos, en los círculos que con la pipa realizamos al pasárnosla, y en el doble círculo de inhalar y exhalar el humo ceremonial. Exhalando el humo en los gestos de captar las sus volutas dirigiéndolas hacia el rostro y cabeza en acto humilde de purificación. El comulgar con el círculo de la vida, con el círculo del Universo, con la recepción de la paz y la entrega de la misma, el alzarla y dirigirla a toda la Tierra; y al propio cielo como representación del Misterio en el lánguido ascenso del aliento envuelto en el humo ceremonial.
         Ciertamente sentíamos que sanábamos algunas heridas y con ello contribuíamos a sanar este amado Planeta, del cual somos hijos, de las múltiples heridas que le hemos infringido. Y todo ello imbuido en el halo del misterio.


         No puedo recordar ahora, después de tanto tiempo transcurrido, el contenido de los sueños de aquella noche. Recuerdo que desperté con el corazón gozoso y vivo, oyendo el sonido exterior de la lluvia.
         El programa del día era empezar con “yoga maya” y seguir con un segundo Temascal, pero la incesante lluvia de la mañana, y la que se había producido durante la noche había anegado el Temascal haciéndolo imposible, por lo que se cambió la actividad.


Círculo de sanación

El círculo de sanación es un trabajo dirigido por una mujer medicina, el objetivo es acceder a viejas heridas que obstaculizan nuestra vida para limpiarlas y dejar espacio a experiencias más profundas y sanas. Para ello requerimos la ayuda del sonido del caracol (La fuerza purificadora del mar), así como la quema de plantas medicinales: cedro, salvia, ámbar, copal y la ayuda de las plumas de cóndor que dirige la mujer medicina como si fuera un gancho que saca lo que no sirve y limpia, todo esto aunado con el tambor que tiene conexión con el latido de la madre Tierra y nos recuerda regresar a la  Armonía de nuestro ser, para después generalizarla al ritmo de la vida.


         En este encuentro, el Círculo de sanación, representaba un paso decisivo hacia la profundización del trabajo personal. La purificación individual mediante el humo de copal y el sonido de las caracolas preparaban el estado de ánimo adecuado para limpiar, para desprenderse de aquellas cargas presentes en cada cual y ya inútiles para la propia vida.
         Una vez en círculo, sentados, nos sugiere entrar en un estado meditativo, deteniendo en lo posible el diálogo interior. Adentrándonos en la introspección y aprovechando  con una profunda respiración la actitud de exhalar, expulsar las cargas superfluas, los sufrimientos asociados a heridas profundas, desenredar los nudos y bloqueos que dificultan e imposibilitan el fluir espontáneo. Entretanto convocaba las fuerzas de las direcciones de la Tierra como apoyo creando un marco de seguridad dentro del cual dejarse fluir.
         Minutos después soplaba sobre cada uno el aliento unido a un líquido aromático al son del sonajero ritual, infundiéndonos la fuerza necesaria para afirmar el propósito de vivir desprendiéndonos de las cargas y lastres emocionales que adoptamos. El ritmo del tambor se une al trabajo interior. Un tiempo después nos preguntó si alguien quería trabajar algo en concreto a mayor profundidad y alcance. Primero salió uno y poco a poco todos nos beneficiamos del trabajo individual en grupo.
         Notábase su firme voluntad en que ablandáramos las defensas abriéndonos a nuestro sentir. Sus vigorosos estímulos en los centros vitales de su tradición, correspondientes a órganos concretos y zonas vegetativas en la nuestra, nos impulsaban a contactar con sensaciones y de ellas a emociones y vivencias en el aquí y ahora. Además el silbido procedente del silbato ritual, imitando el sonido de la flauta de hueso de águila y sus cantos rituales, más sus soplos llenos de ese líquido aromático, "La Florida"; amén del ritmo que constantemente se mantenía con los instrumentos de percusión y el compromiso de apoyar y facilitar la abreacción conseguían resultados sorprendentes. Desde mi punto de vista y experiencia personal era evidente y claro que Lorena manejaba una forma de conexión empática con cada uno de los presentes, pues a cada cual le daba los mensajes oportunos al trabajo que se realizaba. Incluso sin saberlo, porque la conexión interna se daba en algunos tras sus certeras palabras, directas a la diana. 
      Fue sumamente misterioso el trabajo que realizó con Inés y la intoriarización del espíritu de su hermana fallecida en la infancia. Su compañero, Juan Vicente, con dotes de médium, siguiendo las instrucciones de Lorena, canalizó a la hermana de Inés y ambas tuvieron ocasión de dialogar y despedirse. Lorena acompañó con el intento al espíritu de la niña fallecida a la "otra realidad". ¡Imposible describir el impacto emocional de este acontecimiento!
         Acabado el trabajo hicimos ofrendas de tabaco al fuego mientras abandonábamos el salón. El sentimiento que albergábamos era el correspondiente al que se produce cuando has concluido un trabajo psicoterapéutico profundo, permaneciendo en este estado de tránsito entre el mundo interior y el exterior. Con el deseo de que no concluyera aún el encuentro y tal sentimiento intenso de presencia.

         Tras ello ya realizamos la clausura del encuentro. Todo cuanto experimentamos seguía vivo y palpitante en nuestro ser. Tanto a la pareja (Inés y Juan Vicente) como a mí nos obsequió con una pluma de águila moteada, que nos entregó tras solicitar la bendición del "gran Espíritu". Es ésta la pluma que aún preside el cañón de mi "pipa sagrada".

Inés

Juan Vicente
         Días después ya pudimos comprobar que algo en nuestro interior se había transformado.

Lorena Herrera Durán


He aquí algunos nombres e imágenes de quienes compartimos este evento:
Mercè Ribas
Mª luisa Roa
Marisol Pérez de Albéniz
Jara
Ana Belén 
Mariam Ayxendri
Esther Albuixech
Chystelle Nyami 
Inés
Juan Vicente.


Mercè

Mª Luisa
Mariam
Esther
Chrystelle
Ernesto




"Mitakuye Oyasin"

                                                                                Ernesto Cabeza Salamó.